El Callejón del Tecolote: Reunión de brujas

(13 jul 2020) Leyenda de Guanajuato. El primer camino de herradura para comunicar a la ciudad, era por la cuesta del callejón del Tecolote. En el año 1557 llegó don Perafán de Rivera con la imagen de la virgen de Guanajuato. Por esa pendiente pasaba cuando se transportaba la plata para que se vaya a España y bajaban todo lo de los navíos sedas, porcelanas, encajes y etc. Por ese lugar subían los arrieros en las madrugadas y bajaban por las noches al toque de oración.

El caserío que le daba esa subida la forma de una calle, había una taberna que atendía una mujer de nombre Marcela, guapa y joven al quedar viuda puso ese negocio, donde expendía bebidas embriagantes y comida. A la ventera la codiciaban todos los que pasaban por ese lugar. Para hacerle el amor tenían el pretexto de tomarse un trago o comer los guisos que preparaba. Un día cayó en los brazos de uno de los arriadores llamado Rodrigo. Fue breve la ilusión. El estaba loco por ella. Los compañeros de viaje al notar el despego con ella, lo colmaron de preguntas, que a que debió ese cambio tan brusco. El les contó que tenía que separarse de esa mujer.

Una bruja que se montaba en su escoba

Les relató que ella se transformaba por las noches en una vieja horrible y repugnante que tenía el oficio de hechicera. Los sábados a las doce de la noche salía del ventorro. Montada en un palo de madroño se dirigía al cerro del Meco, donde con las demás brujas se reunían para celebrar el aquelarre presidido por el diablo. Los jueves, recibía la visita de mujeres que iban a consultar sus desdichas, para que las curara de su mala suerte y les devolviera la felicidad.

Marcela, en el día era la mujer más seductora y bella, cuya bondad esplendía en los servicios que brindaba a quienes iban a tomarse un trago o a comer a su comercio.

Rodrigo, tuvo buen cuidado ya no subía o bajaba por ese camino, para no pasar en la puerta del comercio. El rodeaba por otras veredas para no pasar y ver a su examante, quien seguía queriéndolo y ella juró vengarse por su ingratitud y traición.

Rodrigo se reía de sus amenazas, porque no creía que las artimañas diabólicas llegaran a ejercer en él, más poder que su fuerza física y su destreza. Para probar que no era cierto, se buscó una novia, se casó enseguida, creyendo ser muy feliz con ella, yendo a vivir en el callejón de Púquero. Un sábado, tres días después de su matrimonio, llamaron a su puerta, era más de la media noche. Rodrigo que acababa de dormir, despertó intrigado, porque no se imaginaba quién tocaba la puerta a esa hora.

¿Quién llama? Preguntó.

-El alguacil mayor de la ronda. Abrid la puerta, os exijo en nombre de la ley.- contestó una voz gruesa.

Un hombre muy grande vestido de vigilante

Al abrir la puerta, vio un hombre corpulento con uniforme de vigilante nocturno, con su lanza en la diestra y un farolillo a la izq.

Vengo por órdenes del Señor Justicia y Capitán de Minas, para que inmediatamente salgáis a México con una conducta de platas que corresponden  a su Majestad el Rey de España y para el pago de los soldados que luchan en Flandes Y Gascuña. Tiene que cumplir esa misión porque de lo contrario hago valer mi autoridad a como de lugar.

Esperad- contestó Rodrigo- voy a preparar a las bestias. No se necesita nada de eso. La carga ya está hecha y puesta en el lomo de los animales. Solo falta el arriador. Y su merced fue escogido para ello. Apresurad vuestros pendientes para no retardar la salida. Lo único que pudo hacer Rodrigo es regresarse a su lecho donde descansaba y despedirse de su esposa. Se dijeron adiós, ofreciendo regresar pronto.

Apenas cerró la puerta, aquel gigantón convertido en justicia, lo arrastró para que emparejara el paso, perdiéndose entre los callejones invadidos por la noche. Adonde fue a parar Rodrigo, fue a la casa de Marcela le ventera, situada al final de la calle que servía de camino para llegar a Guanajuato.

Allí estaba ella, con su cara de bruja de mirada diabólica. Al reír se advertía lo destentada de su boca, por donde salían palabras misteriosas y frases cabalísticas. Ella, Marcela la que por las mañanas era su risa fresca y dulce como los amaneceres de Guanajuato.

Al entrar los dos soltó una carcajada siniestra que hizo estremecer de espanto a Rodrigo, porque sabía que su enamorada iba a cumplir su amenaza. Era sábado y en esa casa se iba a celebrar el aquelarre, porque allí estaban la tía Luciana, de Pastita; la tía Gabina, del Temezcuitate; la tía Jerónima de la Tamazuca y la tía Matiana de Tepetapa.

Tenían que deliberar que castigo merecía

Todas ellas iban a deliberar al respecto a la clase de castigo que debería imponérsele a Rodrigo para que no volviese a burlarse de las mujeres.

Todas ellas habían sido hermosas, una hermosura fascinante, pero también como Marcela habían sido seducidas, engañadas y abandonadas por los hombres que más habían querido en su vida. El burlador de la tía Luciana, estaba convertido en un enorme murciélago que solamente le era permitido volar en las noches de tormenta. El peor castigo, fue no poder ver la luz del sol. El burlador de la tía Gabina estaba transformado en un cuervo, cuya miserable vida la pasaba amarrado de su pata a una estaca. No se le permitía volar por las montañas, sus graznidos atraían al gavilán, quién lo hacía huir a picotazos y al llegar a casa era eslabonado a su cadena. La  tía Jerónima guardaba un escarabajo, era el animal en que se había convertido el ingrato de sus sueños. Le servía de amuleto contra la mala suerte. La tía Matiana había convertido a su versátil doncel en una cabra que en forma de nahual; por las noches corría en los callejones para espantar a los trasnochadores y a la ronda.

Tenían mucha fuerza sobrenatural esas mujeres, para convertir a sus desdeñosos amantes. Ellas tenían pacto con el demonio. Una noche al reunirse al aquelarre, lo invocaron para que presidiera el conciliábulo. A las doce de la noche se sintió un viento huracanado que se convirtió en una humareda espesa, de donde surgió satanás.

Las cuatro mujeres le pidieron tres favores. Primero: Que las hiciera muy hermosas. Segundo: Que les diera todo el poder, el hechizo y la coquetería para vencer todo hombre que las engañara. Tercero: Que les permitiera convertir a los hombres en los que ellas quisieran, para vengarse de ellos. A cambio de todo eso, le darían su alma. Al oír estas  peticiones el diablo rasco su cabeza y accedió a lo que le pidieron.

Allí, en el aquelarre estaba el diablo convertido en alguacil mayor de la ronda, sujetando a Rodrigo, quien con los pelos de punta y sudoroso contemplaba casi loco de terror, aquellas maniobras. Después de deliberar un rato con voces imperceptibles, acordaron que Rodrigo debería sufrir el castigo de ser convertido en tecolote, de esa manera no volviera a separarse jamás de la tía Marcela.

Desde esa noche, los caminantes que bajaban y subían por esa cuesta solitaria, escuchan el triste lamento de un tecolote posado en la arboleda que bordea el camino.

La esposa de Rodrigo, murió esperando su regreso. La tía Marcela falleció de vieja y el tecolote sigue expresando quejas en el canto, como presagio de futuras desdichas. Con los años ese camino se le llamó “El Tecolote”.

Rezumen y Párrafos de Relatos y Sucedidos de Guanajuato. Ezequiel Almanza Carranza.

Yyyy ya.

Autor: Elsy Alonzo

Aficionada a la lectura y escritura en especial a temas de leyendas.

Fuentes de información

  1. www.flickr.com

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