La Deuda del Diablo: Con éste siempre pierdes

(02 ene 2021) Leyenda de México. Se cuenta, que en el Siglo XVII, en la Nueva España vivió un hombre avaro , miserable y cruel de nombre Rodrigo Hurtado de Alanís. Fue muy conocido por su depravación y por tantos sanguinarios salvajes actos que cometió. Don Rodrigo nunca demostró un rasgo de mínimo de piedad.

Aquel individuo tenía un mozo de nombre Pedro Almaraz, quien cumplía todas sus órdenes, incluso matar a los esclavos que intentaban fugarse de su yugo. La gente creía en la inquebrantable lealtad y fidelidad de aquel sirviente, pero en realidad era ficticia, solo por conveniencia, ya que Pedro, en el fondo de su alma, odiaba a su patrón. Don Rodrigo, no solamente era cruel con sus esclavos, sino también era implacable y voraz al cobrar las rentas de sus tierras y resultó que un día acompañado de su criado, llegó a cobrar a casa de Bernardo que le rentaba su predio. Solo su presencia inspiraba miedo a los desamparados.

En vano fue que los criados de Bernardo corrieron a esconderse, ya que don Rodrigo los alcanzó montado a caballo y a gritos les ordenó que avisaran a su amo que él lo estaba buscando. Bernardo quien era un hombre débil de carácter, salió de la casa y se encontró con don Rodrigo quien  déspotamente le reclamó el dinero que le debía por concepto de la renta y preocupado, don Bernardo le pidió lo esperara al siguiente día ya que su vecino Rafael del Toro le prestaría el dinero para pagarle. Don Rodrigo le advirtió que solo le daba un día de plazo, de lo contrario lo echaría de sus tierras.

Al día siguiente, en cuanto Bernardo consiguió l dinero, de inmediato se lo llevó al viejo avaro, pero cuando le pidió el recibo que avalaba dicho pago, don Rodrigo le dijo que regrese al día siguiente, entonces le entregaría el documento. El incauto Bernardo creyó en sus palabras y salió de la casa sin imaginar que aquel cruel avaro jamás le entregaría el recibo.

Bernardo regresó a la casa del malvado hombre al día siguiente, pero don Rodrigo le dijo que nunca había recibido ningún dinero. En vano fueron sus súplicas. Aquel hombre sin alma, se negó rotundamente a entregarle el recibo, alegando que como siempre, Bernardo estaba ebrio y confundido. Bernardo se refugió en el vino como única solución a su problema; su esposa inútilmente trató de alentarlo. Le rogó que dejara de beber y que mejor buscara la forma de conseguir ese recibo, pero Bernardo seguía bebiendo sin tomar en cuenta las palabras de su esposa, al punto de que ella misma dudó en que Bernardo hubiera efectuado el pago. En ese preciso momento se asomó por la ventana y vio que don Rodrigo y Pedro estaban llegando; en efecto, el viejo avaro fue a darle un ultimátum.

¡Bernardo de Molina!, te aguardaré solamente hasta esta noche. ¡Si no pagas el alquiler de mis tierras te echaré de ellas! -gritó enfurecido.

Bernardo aún con la botella de vino en la mano, se asomó por la ventana gritando desesperado:

-¡Bien sabe usted don Rodrigo, que le he pagado!, ¡entrégueme mi recibo! ¡Tengo testigos de que le he dado el oro!. Don Rodrigo haciendo caso omiso de sus palabras contestó:- Te repito que estás ebrio y no me has pagado nada ¿Quién podría ser tu testigo si solo eres un asqueroso borracho?—Tengo por testigo a su criado Pedro Almaraz, él vio cuando le pagué. El hombre no le hizo caso.

Bernardo pronunció una horrible blasfemia

-¡Maldito seas avaro! ¡ que el diablo te lleve hasta el fondo del infierno, que las brujas te saquen los ojos y que Satanás devore tus cochinas entrañas!

Su esposa intentó calmarlo, pero Bernardo siguió gritando: - ¡Que me oigan todos! ¡Maldigo a ese perverso avaro a quien el diablo habrá de llevarse! Cuando estuvo más tranquilo tomó una siesta para luego ir a la casa de don Rodrigo a exigir su recibo.

Así sucedió esa noche: Bernardo de Molina se dirigió a la casa del avaro a exigir su recibo, cruzó el monte y llegó a las cercanías, pero no se  atrevió a entrar ya que los efectos del alcohol, que por la mañana la habían dado la valentía suficiente para enfrentar aquel hombre se disiparon, y entonces regresó a su casa sin haber logrado nada.

Al día siguiente, Pedro, el criado de don Rodrigo encontró muerto a su amo en la estancia de su casa ahorcado con la cuerda de una bota de vino. Entonces llamó a la justicia para dar conocimiento de los hechos.

Cuando el alguacil le preguntó si tenía idea de quién podría haber cometido el asesinato, Pedro respondió que posiblemente Bernardo Molina, ya que el día anterior había amenazado de muerte a don Rodrigo en un completo estado de ebriedad.

Ciertamente, todos sabían que Bernardo casi siempre está borracho, así que la autoridad ordenó su aprensión, Don Rafael del Toro vecino de Bernardo, ya estaba enterado de la muerte del avaro y de la orden de arresto, avisó a Bernardo de todo, y este se alegró de la muerte del viejo, lo señalaban como él culpable. Rafael le dijo que había testigos que lo vieron rondando la casa del avaro la noche anterior. –Es verdad—respondió Bernardo, más no me atreví a entrar. –En tal caso-, respondió Rafael es mejor que huyas. Escapa antes de que lleguen a aprehenderte. Escóndete hasta que encuentren al verdadero asesino.

Bernardo escapa

Sin perdida de tiempo, tomó algunas provisiones y vino, se despidió de su esposa y se dirigió al monte. Durante días Bernardo Molina se escondió en una cueva en el monte y se dedico a la bebida para disipar su temor y duda que lo atormentaba. Todo el tiempo se preguntaba quien lo podría haber matado al viejo avaro, mientras pasaban los días y las noches este pensamiento lo desesperó, estando borracho, no pudiendo soportar mas empezó a maldecir otra ves.

-¡Satanás, ven a decirme quien mató a don Rodrigo! Se que vives en los montes y lugares solitarios ¡Ven Lucifer y dime quien mató al viejo avaro! ¿Me escuchas? ¿Quieres que te haga un juramento? ¿No es eso?, pues bien: ¡Te doy mi alma si entregas a la justicia al asesino! ¡Ven Lucifer!

Cuenta la leyenda, que esos gritos desesperados del borracho fueron un conjuro para que Satanás acudiera, el monte pareció estremecerse. Se escucharon truenos, como si mil espíritus atormentados emitirán su escalofriante alarido, de repente un rayó cayó sobre la hoguera. Según consta, en los documentos del santo oficio apareció el maligno quien con voz le preguntó: ¿Me has llamado? El vino infundió ánimos a Bernardo y se atrevió a hablar con el demonio.

¡Sí! Yo te invoque, ¡ayúdame!, señálame al asesino de don Rodrigo y consígueme el recibo de pago por las tierras, para que no me echen de ellas sus herederos. El diablo le contestó. – Tendrás la dos cosas, más debes hacer cuanto yo te diga. –Dime lo que sea, que yo habré de hacerlo. –Bien, escucha con atención, - respondió Lucifer-: Debes matar a un hombre bueno, cortarle la mano izquierda y elaborar cinco velas con grasa humana que colocarás en cada dedo de la mano cortada; entonces la mano te indicará al asesino por cuyo delito eres culpado.

¡Haré todo lo que tú quieras!—respondió Bernardo-, pero…. ¿y el recibo? ¿Cómo he de obtener el recibo? El maligno respondió:-Una vez señalado al asesino, yo haré que el documento que tanto deseas te sea entregado.

-¿Y cómo habré de pagarte? ¿Cuál es el precio por tus servicios?

-¡Oh! Pierde cuidado, por eso no te apures, yo no tengo ninguna prisa en cobrarte….

Entonces desapareció entre una negra humareda. Al día siguiente, Bernardo encontró al hombre bueno que sería victimado. Entonces como una fiera, se acercó a un humilde y confiado leñador; lo estranguló, y con un golpe de hacha le cortó la mano izquierda. Posteriormente fabricó las cinco velas que le indicara el diablo.

Aquel Bernardo tímido se había convertido en un ser audaz y decidido, el diablo y el vino le habían hecho un poseso. Concluido el extraño riti y al conjuro que le dictara Satanás, Bernardo encendió las velas que colocó entre los dedos de la mano cercenada y dijo: -¡Ahora sí!, mano maldita, ¡En nombre de Lucifer, muéstrame al asesino de don Rodrigo!

La mano se levanto del suelo señalando

Hacia una dirección. Bernardo gritó como loco: ¡Espérame mano vengadora, ensillaré mi caballo y te seguiré! Cabalgó por el camino que la mano le iba indicando en la oscuridad, hasta llegar a la propia casa del viejo avaro. La mano se detuvo frente aquella casa, donde se encontraba Pedro Almaraz. De un tremendo golpe la mano abrió la puerta y al tiempo Bernardo de Molina entró en el cuarto donde Pedro miraba aterrado  aquella mano flotante encendida con las cinco velas y que lo señalaba como el asesino de su amo don Rodrigo. Entonces, el criado asustado exclamó: -¿Eh? ¿qué significa esto? ¿Que es esa mano? ¡Por dios, Bernardo! ¿qué acto de brujería es éste?

Presa de súbito terror, cuando la mano se le acercó, como obedeciendo un mandato, gritó: -¡No!, ¡nooooo! ¡Retirate! Bernardo le exigió que confesara el crimen antes de que aquella mano lo ahorcara. Pedro temblando y lleno de pánico exclamó:

-¡Sí!, ¡si!, ¡confieso!, yo lo mate, pero por piedad haz que la mano desaparezca.

Bernardo, triunfante le dijo:

-Mañana deberás ir al santo oficio para confesar tu crimen; de no hacerlo, vendré nuevamente por la noche y traeré a esta mano para que le ejecute.

Bernardo emprendió el camino de regreso a su casa llevando en mente un solo pensamiento: “¿Cómo obtener el recibo prometido?, y como si el maligno lo hubiese escuchado, súbitamente apareció y le dijo: -¡Te lo daré de inmediato!, ¡sígueme!

Entonces impulsado con una fuerza endemoniada, como si seres espantosos lo empujaran, Bernardo siguió al diablo y poco antes de que dieran las doce de la noche, estaban en el cementerio. El demonio se detuvo ante la tumba del viejo avaro e hizo una siniestra invocación:-¡Rodrigo Hurtado de Alanís, abandona por un momento las regiones infernales en que habitas! ¡yo, Lucifer, te lo mando! ¡Sal ahora…! Entonces allí, a media noche y ante la tumba del avaro, tuvo lugar un acto infernal.

El cuerpo descarnado de don Rodrigo se levantó del ataúd y dijo: ¡Ordéname!, que yo te obedezco, Señor de las Tinieblas. -¡Entrega a Bernardo de Molina el recibo por el oro que te dio!—exclamó Lucifer. El horrible esqueleto obedeció

Entregó a Bernardo el documento. No bien Bernardo había recibido aquel papel, se sintió otra conmoción en el campo santo: brotaron llamas y un humo negro pestilente, y a poco, Bernardo se fue quedando solo en el panteón, mirando aquel recibo, papel por el cual entregó su alma a Satanás. Al día siguiente Bernardo y Pedro se presentaron ante el santo tribunal.

Pedro confesó haber estrangulado a su amo cuando éste se negó a darle la parte del oro que le entregó Bernardo Molina. Entonces los miembros del santo oficio redimieron a Bernardo del cargo, pero le pidieron el recibo que comprobaba el pago de la deuda; cuando Bernardo se los entregó, ellos se quedaron atónitos ya que les resultaba imposible creer que el recibo tuviera fecha del día anterior y aún la tinta estuviera fresca. Entonces le preguntaron cómo lo había obtenido.

Bernardo contestó que el avaro lo había firmado y entregado la noche anterior. El fraile repuso:-¿A caso estás loco o falsificaste este documento? –No, no estoy loco, juro que anoche me lo entregó el mismo don…. -tartamudeó y no supo más que decir, se turbó y siguió- el avaro… no don… que salió de su tumba al conjuro de Satanás…., yo…. No pudo terminar de hablar ya que en ese preciso momento se dio cuenta que había caído en la trampa del diablo.

Dice la leyenda que el demonio le soltó la lengua y le hizo revelar el pacto celebrado en el monte. Entonces el santo oficio lo tomó preso acusado de prácticas demoníacas. En vano, como poseído, Bernardo de molina trató de desvirtuar lo que antes había dicho y precisamente ante el santo tribunal.

¡Por favor! Les ruego que no e hagan caso de continuo digo muchos disparates… El santo oficio al escuchar tantas contradicciones, careó a los hombres y entonces Pedro reveló el asunto de la mano cercenada. El oidor principal comentó: ¡No nos cabe duda!, este individuo se valió del maligno. Asiéntense como hechos las declaraciones de los hombres aquí presentes. Posteriormente Bernardo de Molina fue sometido a severos tormentos hasta que dijo la verdad. Tres días más tarde el santo tribunal dictó su fallo: Ambos, Bernardo y Pedro Almaraz serán ahorcados y después quemados públicamente; sus cenizas se esparcirán en el aire. Cuentan las crónicas que la ejecución de Pedro y de Molina, reunió en la plaza a miles de personas, y que conforme el fuego fue consumiendo el cuerpo de Bernardo de Molina, el cielo se ensombreció. Que hubo truenos infernales y un fuerte viento azotó a la capital de la Nueva España. Esta leyenda nos enseña que con el maligno siempre se pierde, ya que sus servicios tienen un costo tan alto que se paga con la propia vida y el alma de quien lo solicita.

Rezumen y párrafos del Texto LEYENDAS y TRADICIONES DE LA COLONIA. Editorial Época, S.A. de C.V. Emperadores 185. Col Portales.

Autor: Elsy Alonzo

Aficionada a la lectura y escritura en especial a temas de leyendas.

Fuentes de información

  1. www.muyhistoria.es

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