La Mazacuata una enorme serpiente asesina

(30 2021) Leyenda de la Costa Grande de Guerrero. En la sierra de Atoyac de Álvarez, pasó esta historia. El Señor Melquiadez Castro relató que tenía sus huertas de café en la sierra, cerca del pueblo de Santo Domingo. Donde, para llegar son cuatro horas en vehículo saliendo de Atoyac. Si vas a pie o en bestia es casi un día para llegar. Contó el señor Melquiadez que en las huertas de café había unos lugares que le llamaban “las pajoneras” eran como unas pequeñas hondonadas.

En la época de calor, era un lugar favorito ahí se daban cita, cientos de víboras. El ruido que hacían sus cascabeles, al ser sonados al unísono por muchas víboras de cascabel, se podía escuchar a cientos de metros de distancia. Cuando era época de celo, el ruido aumentaba y las culebras se ponían furiosas si eran molestadas por algún individuo. Y nadie se atrevía pasar por el lugar, hasta dejaban de cosechar café por ese tramo por miedo.

Don Melquiadez tenía ganado, pero lo tenía en un lugar apartado de la sierra, tenían pasto y agua en abundancia, él no tenía necesidad de llevarles de comer. Solo cuando las vacas tenían a sus becerros iba a diario.

El caporal que le ayudaba, le dijo, que estaba desapareciendo becerros de manera misteriosa porque no había rastros de ellos. Don Melquidez decidió pasar algunas noches para vigilar el ganado por los pumas. Los becerros dejaron de desaparecer y don Melquiadez se confió.

Un día cuando iba, montado en su caballo oyó ruido que venían de un montón de peñascos. Este ruido parecía el bramido de un toro, intrigado se acercó, se bajó y se subió a una piedra grande para ver mejor.

No podía creer lo que veían sus ojos. Una enorme serpiente de las llamadas Mazacuatas se estaba tragando uno de sus becerro. Don Melquiadez quedó paralizado de miedo. Jamás había visto una mazacuata de ese tamaño. Tenía el grosor de un árbol grande y media como 10 metros de largo. El quedó inmóvil, sin poder reaccionar solo pudo ver como la víbora se tragaba al becerro. Y no había terminado de tragarse al becerro cuando de momento la mazacuata volteó su enorme cabeza hacía el lugar donde estaba don Melquiadez. Quería correr del lugar, pero no podía sus piernas no le respondían, quería gritar y pedir auxilio, no le salía ninguna palabra de la boca. La mazacuata se acercaba  a él y sacaba su lengua en forma de horqueta. Mientras lo miraba fijamente con sus ojos amarillos brillantes. Se cuenta; que estas víboras son capaces de hipnotizar a sus victimas, y hacen que no puedan moverse.

La víbora, a unos cuantos metros de él y uno de los perros que siempre lo acompañaba empezó a ladrar frenéticamente alrededor de la enorme culebra, ésta trataba de morderlo. Pero no podía, el perro era más ágil, ella estaba pesada, no podía moverse estaba llena, acababa de tragarse al becerro.

Los ladridos fuertes, sacó de su aturdimiento al señor. Entonces se subió a un árbol y se dio cuenta que su escopeta la había dejado en el caballo. En su cintura tenía una pistola, en esos lugares alejados, siempre están armados, por fieras o por ladrones. Sacó su revolver y apuntó a la cabeza de la mazacuata, algunas balas acertaron. Cuando la vio inmóvil se bajó del árbol y con miedo se acercó a ella. Fue a buscar a unos peones para cargarla y llevarla para que la vean, aunque estaba muerta le tenían mucho miedo de acercársele causaba terror era un animal enorme como no habían visto. Don Melquiadez  la llamó la Mazacuata asesina.

Autor: Elsy Alonzo

Aficionada a la lectura y escritura en especial a temas de leyendas.

Fuentes de información

1. cyberspaceandtime.com

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